Mientras Zamora espera la Semana Santa, y luego la primavera, la niebla ralentiza el tiempo con su presencia, inevitable en el invierno de la ciudad. Los días más cortos se hacen largos entre la bruma, invitan a recogerse y, desde luego, disuaden a las gentes de plantarse en la calle a pie quieto. Eso, si tienen opción. Cuando hay tarea, no queda más remedio que adaptarse a las condiciones, y eso tuvo que hacer Carlos Adeva para pintar el mural dedicado al Espíritu Santo durante días en los que muchas veces no se veía a dos palmos.